domingo, 8 de noviembre de 2015

Sonámbula

Volar sobre las orejas de un diente de león, bajar hasta el fondo de una cacerola, hurgar entre las arenas de un reloj atrasado, navegar en un bote de naranja color verde… Esto es lo que me gustaría soñar pero no sé donde tengo que hacer cola para llegar a tiempo y que no pasen de mí los sueños.

Cada noche pido al repartidor que se acuerde y me guarde unos sueños bien hermosos. Él, muy erguido, con su uniforme de metacrilato forrado de papel celofán, me dice que tranquila, que me acueste, que una vez dejado el mensaje él se encargará de hacer pasar los sueños por mi almohada. Pero cada día al despertar, me doy cuenta de que me ha tomado el pelo, que mis sueños tienen que ver con mi abuelo muerto que conduce un coche sin luces. O con mi amiga,  que me dice que los perros que se comían las fotos, se han quedado sin dientes.

Y a mí que me importa, yo pedí la vez para un sueño que me llevara a ser mayor de pequeña, que la sopa fuera dulce y que el viento trajera libros enteros y no hojas sueltas.

En cuanto llegue la noche voy a estar muy atenta para no dormirme y cuando venga el repartidor le sobornaré con aquella galleta que hice con trocitos de cristal. Seguro que me trae un buen sueño.

Desde que mi monstruo me abandonó, sólo tengo pesadillas.