miércoles, 25 de noviembre de 2015

Brevatos

Sentado en la mesa, comiendo su mazorca de maíz lejos del calor del fuego el espantapájaros observaba a través de la ventana como un hombre clavado en el suelo cerca de la huerta se esforzaba por hacerse amigo de unos grajos.

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Siempre anduvo sobre las huellas que otros habían dejado. Siempre siguió el camino que otros habían trazado antes que él. Nunca se aventuró a buscar uno nuevo. No por miedo a perderse, sino por miedo a que nadie le siguiera.

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Vive en el ocho de la calle real. Es real no porque la realeza se dignara un día pasar por allí sino por la realidad de sus gentes y sus vidas que dan para mucha literatura y ficción.

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Uno de los placeres del verano es llover estando dentro del mar. Con el cuerpo entre dos aguas, una parte dulce y otra salada, te conviertes en sirena.

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A lo largo de la semana fue comprando los ladrillos. Los acarreó en las bolsas de la compra pero era muy delgadas para tanto peso y se le rompían. Los ladrillos caían al suelo y había que meterlos en otra bolsa que también se rompía. Daba la sensación de que las bolsas sabían para qué los compraba y se negaban a participar.

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Durante la noche los copos de nieve convertidos en palabras blancas escribieron una historia fría sobre los tejados oscuros. La mañana se sorprendió de tener tanto que leer.