viernes, 13 de noviembre de 2015

Saudade

Tras unos días aburridos la soledad quiso  salir de su  confinamiento e ir a un  baile de disfraces.
Consciente de que muchos la reconocerían enseguida buscó una máscara tras las que ocultarse aunque sabía que  era inútil.  Tras probarse unas cuantas decidió vestirse de nostalgia, una máscara que creía le daba otro aire.  Más adelante ya se atrevería con máscaras de alegría y optimismo pero por ahora las veía un tanto alejadas de su estilo.
Cuando hizo su aparición en la fiesta, la mezcla de tristeza  y añoranza fue muy aclamada entre los que la reconocieron. Alguno le comentó que él tenía una igual pero que la dejó en casa y  esta que llevaba, de euforia, se la había pedido prestada a su botella de cava. Intentaría devolverla en buen estado.

Algunos invitados fingían no verla pertrechados tras unas desconcertantes máscaras de alegría. Ella los conocía bien pues la visitaban con frecuencia quejándose del abandono a los que sus allegados les tenían sometidos. Ella los miraba con desprecio y pensaba cobrarse su indiferencia cuando volvieran a visitarla.
Había máscaras de felicidad que estaban muy bien logradas, sobretodo entre los jóvenes. Eran  vistosas y coloreadas. Sin embargo algunas personas de avanzada edad se empeñaron en enfundárselas consiguiendo que se les torciera en un rictus extraño que les daban un aire ridículo.
Algunos se atrevieron a aparecer sin máscaras. Eran gentes que miraban indiferentes el revuelo de la fiesta, como si estuvieran en otro mundo pensando quien sabe qué.
Para su sorpresa hubo personas que sí la reconocieron  y se acercaron, parecían por un momento estar a gusto a su lado, como si en su compañía encontraran un cierto remanso de paz.