lunes, 22 de agosto de 2016

Idas y Venidas


A veces siento que mi yo me deja, se va como si quisiera desembarazarse de mi. A lo mejor considera que soy un estorbo y vaga indeciso más allá del mundo y del universo para encontrar un espacio donde no hay nada conocido y descubrir nuevos retos.

Cuando esto sucede, mi cuerpo lo percibe pero no puedo hacer nada, solo dejarle ir.
Al rato mi yo vuelve y siento que duda, que se esfuerza por encontrar sentido a las palabras que escribo, la música que oigo, a los objetos que miro pero sobretodo al hecho de estar aquí y no allá.



Pero esta sensación dura poco tiempo porque, aunque no lo quiere reconocer, me echaba de menos y le falta el olor de la lluvia que no llega, el color de la noche cuando se aleja la luz, el tacto de una mota del polvo¡Hay tanto que echa de menos! y por esto vuelve con la Y menos larga y la O menos circular para que no le tenga en cuenta esta traición de buscar lejos, muy lejos lo que tan cerca se encuentra.

Cuando mi yo se va, le espero sin rencor mientras me quedo sola en medio de un hueco que no llena la luz de un sol insistente. Me envuelve entonces un frío grueso y aparece el vacío, sin prisa, a adueñarse del mundo y dejarme perdida en él.

Pero apenas me hundo, me dejo caer en la desesperación de ser nada, mi yo regresa raudo de su búsqueda para descubrir que todo viaje acaba en el inicio. Y yo no le tengo en cuenta que me deje, que busque lejos más allá de donde nunca me atrevería a ir, porque ya no tengo miedo.


Tinieblas de la noche
que el roce del alba
en transparencia embebe.